Había óvulos, eran maduros y fertilizaron a las 24 horas.
Unos días más tarde nos llaman y nos dicen que tenemos un embrión listo para transferir (no importa cuántos quedaron, ahora no viene al caso). Ese embrión es “hermoso, está divino”.
Nos informan que lo van a criopreservar para transferir en diferido. Esto quiere decir que no lo transfieren en el mismo ciclo de la punción. Motivos y razones hay de sobra, pero ahora esto tampoco viene al caso.
Llega el día de la transferencia, los valores hormonales están impecables, el endometrio está óptimo, el embrión descongeló perfecto, incluso está eclosionado (ya saliendo de la zona pelúcida que lo alberga para anidarse en el endometrio).
Todo marcha bien, Milhouse. Empieza la betaespera -capitulo aparte, obviously -. Finalmente, luego de una larga espera (algunas dirán que fue infinito punto rojo y las abrazo), llegó el día. Vamos al laboratorio, dejamos nuestro tejido carmesí y horas mas tarde el resultado arriba: negativo.
¿Qué corno pasó si todo estaba hermoso y divino, óptimo e impecable?
Lo que pasó ocurrió durante la betaespera y muchas preguntas aún no tienen respuestas. No es tu médica/o, no es el laboratorio, no. Todavía existen incógnitas en la reproducción humana que la ciencia moderna no descubre y hay otras cuestiones que necesitamos tener en claro.
El embrión “hermoso y divino” se veía así por fuera. La morfología de ese embrión tiene un valor pronóstico importante pero no definitivo. Lo que nos dice si ese embrión puede ser un bebé es la información genética que no se estudia en los procedimientos habituales.
El endometrio óptimo medido a ojo de ecógrafo, también tiene un valor relevante, pero la comunicación entre el endometrio y el embrión que se anida en él debe estar en sintonía. Si alguno empezó a hablar en otro idioma no se entienden y no se dan bola. Este es, en mi mirada personal, uno de los más grandes misterios a resolver por la ciencia.
Lo que estamos haciendo en cada tratamiento es aumentar nuestras probabilidades de lograrlo. En el mientras tanto conocemos más sobre nuestra biología reproductiva. Se eliminan del juego factores variables y controlables que pueden afectar a nuestra fertilidad.
¿Por qué te digo esto? Porque lo que nos daría un poco de consuelo, llegado este caso, sería una respuesta. Pero cuando buscamos sin encontrarla nos invade la frustración y la bronca. No existe peor desamparo que el de la ignorancia. Mientras el saber nos hace libres, la incógnita nos llena de cadenas.
Entonces quiero que las rompas. Rompé esas cadenas. Este proceso está lleno de situaciones que no podemos controlar, que no podemos manejar y que ni la ciencia, aún, puede ayudar a resolver. Soltá esas anclas que a falta de respuestas te sumergen en la culpa. No son tuyas, liberate de eso.
Pero así como no se sabe porqué cuando está todo bien sale mal, tampoco se sabe porqué cuando está todo regular salen bebés. ¿Entendés a lo que voy? La inversa funciona perfecta. Embriones regulares están cumpliendo años en cuarentena. Endometrios papel de calcar dieron a luz bodoques de 3,5 kilos.
Hay mucho que no se sabe, pero confiá en que lo estás haciendo bien por el simple hecho de que lo estás haciendo con el deseo en la punta de tu corazón.
Soy Maru Pesuggi, autora del libro ¡Que me parta un Milagro!, me tocó atravesar un largo camino hacia la maternidad y hoy sigo acompañando el viaje de otros…
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