Ana no tuvo problema en quedar embarazada, es más, estuvo 4 veces embarazada. El problema era que los bebes no se quedaban con ella. Yo le pedí que me cuente su historia para sumarla al blog porque estamos acostumbradas a leer de los embarazos que no llegan, pero no de los que no se quedan.Aqui hay mucho dolor, mucha lucha, pero lo mas lindo que tiene esta historia es el principio de un final feliz que espero pronto siga sumando muchas paginas!¡Gracias Ana, sos una gran leona!


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Tengo 33 años, soy española, vivo en Canarias aunque soy asturiana
Mi corazón es mamá a tiempo completo, pero mi cabeza y mi cuerpo tienen que ir a trabajar todos los días a una agencia pública de promoción de las exportaciones (por qué no habré estudiado medicina o arquitectura? sería más fácil explicar a qué me dedico con una sola palabra jeje). Si quieres abreviar, puedes poner que soy economista 😉
Diagnostico: infertilidad de origen desconocido… Después de las mil y una pruebas no concluyeron nada, no encontraron nada que provocara mis abortos

Al año de casados decidimos que nos había llegado el momento de ampliar la familia, tenía 28 años. Siempre he tenido un fuerte instinto maternal, y cuando me decían que esperara, que no tuviera prisa yo siempre contestaba: “¿Y si luego tenemos problemas y tardan en venir los niños?” Para mi gran sorpresa, el embarazo llegó rápido.
No tenía náuseas, ni malestar de ningún tipo, ni siquiera estaba más cansada. En la semana 9 un día al ir al baño vi una manchita en mi ropa interior. Era mínima, a alguien menos histérica que yo le habría pasado casi desapercibida, pero mi susto fue inversamente proporcional al tamaño de la manchita. Al día siguiente fui al ginecólogo. No había vuelto a manchar así que intenté relajarme y pensar que todo estaba bien, que iba a volver a ver a mi bebé y oír su corazoncito de nuevo.
Nada más ponerme el ecógrafo, el ginecólogo se puso nervioso y sus palabras fueron “está parado”. Y en ese momento mi corazón se detuvo también y mi mundo dejó de girar. ¿Cómo? ¿Pero en un aborto no hay dolor y sangre? No entendía nada. Lo primero que sentí fue que mi cuerpo me había fallado, ¿por qué no había sido capaz de alimentar a mi bebé? Y después me sentí culpable, y busqué mil y un motivos, necesitaba encontrar una causa, algo que yo había hecho mal que pudiese evitar en un futuro embarazo…
Fue un duro golpe, nunca imaginé que perder un bebé al principio del embarazo doliese tanto y dejase un vacío tan inmenso. Aprendí mucho del dolor y nos unimos como pareja. Me obligué a salir del bache, a mirar hacia adelante.
En pocos meses me volví a quedar embarazada. Tenía mucho miedo pero intentaba ser optimista. De nuevo escuchamos el corazón del bebé en la semana 8. Llegamos a la semana 12, y allí estaba, perfectamente formado, dando saltitos sin parar. Ya nada podía ir mal, habíamos superado una barrera importante, ya no había peligro. A los pocos días de la ecografía de la semana 12, cuando aún seguía subida en mi nube de felicidad porque esta vez sí lo íbamos a conseguir, me llamó mi ginecólogo. Le habían llegado los resultados del triple screening y estaba preocupado porque había unos valores muy bajos de la proteína A. Me citó para el día siguiente. Nuevamente mi mundo se detuvo. Empecé a buscar por internet qué significaba esto y no encontré nada bueno. Al día siguiente cuando vi el informe se me cayó el alma a los pies. Me daba una probabilidad de trisomía 18 superior a 1:50, o sea, altísima. Decidimos hacer una biopsia corial, que es una prueba invasiva similar a la amniocentesis pero se realiza antes que esta. Y los resultados fueron devastadores. Nuestro bebé no sólo tenía trisomía en el par 18, sino en todos los pares de cromosomas, lo que se conoce como triploidía. El pronóstico es muy malo, los bebés afectos por esta cromosomopatía no sobreviven, normalmente mueren antes de llegar el embarazo a término, y en caso de que sobrevivan al parto, mueren a las pocas semanas. Decidimos interrumpir el embarazo. Me provocaron el parto y nuestro bebé nació con casi 16 semanas. La morfina alivió el dolor de las contracciones, pero el del alma no tenía consuelo. Esta vez no busqué causas, y asumí que hay muchas cosas que escapan de nuestro control. Aprendí a dejarme llevar, yo sólo podía seguir luchando e intentándolo, y el destino haría el resto.
Esta segunda pérdida me dejó rota. Ya no tenía tanta prisa por volver a intentarlo, antes necesitaba recomponer mi corazón, que se había roto en mil pedazos.
Decidimos tener calma, volver a aprender a vivir. Y, entre otras cosas, planeamos un super viaje a un país muuuuy lejano. Seis meses después, unas semanas antes de salir de viaje, descubro que estoy embarazada de nuevo. Esta vez fue una sorpresa total. No poníamos todo el cuidado del mundo, pero más o menos controlábamos para no tentar a la suerte. Pero pasó. Y lloré mucho al enterarme… ¿Y ahora qué hacíamos con el viaje? Decidimos ir los tres y disfrutarlo. Escuchamos el latido justo antes de marcharnos. Y yo estaba más optimista que nunca. Hablaba a mi bebé y le rogaba que se quedase conmigo. El viaje fue genial, incluso me atreví a comprar un baberito. Yo estaba un poco cansada, pero dormía todo lo que podía. Ni un manchado. Perfecto. Justo a la vuelta fuimos al ginecólogo, y al hacer la ecografía no hizo falta que me dijera nada, yo misma me di cuenta de que su corazón ya no latía.
A los cuatro días de recibir esta fatal noticia fue mi 30 cumpleaños. Siempre había dicho que iba a ser madre antes de los 30, y en verdad ya lo era, y de nada menos que ¡tres bebés! Pero ninguno estaba en mis brazos, ni comía de mi pecho, ni me despertaba por las noches. Definitivamente esta no era la maternidad que esperaba. Nunca olvidaré ese cumpleaños tan triste, tan amargo, tan vacío.
Y entonces ya sí, los médicos decidieron que era el momento de empezar a hacer pruebas a ver qué pasaba. ¿El resultado? Que no pasaba nada, nada al menos que ellos supieran. Así que me quedé igual que estaba. No había nada que hacer, más que seguir intentándolo una y otra vez, tentando a la suerte en un macabro proceso de ensayo-error hasta lograrlo. Visité varios ginecólogos, uno de ellos me recomendó tomar adiro en el siguiente embarazo, “por si acaso”, y me vaticinó una casa llena de niños correteando a mi alrededor. A mí me parecía imposible que algún día lo fuese a lograr.
Además del adiro una vez embarazada, también me recetó tomarlo antes, junto con progesterona y el ácido fólico. Y allí que me veía yo cada noche tomando el arsenal de pastillas que me recordaban mi drama. Y pasados tres meses así el embarazo no llegaba. Decidí darme una tregua y descansar un mes de tanta comedura de tarro (como si fuera tan fácil), de tanto control de cuándo más o menos me tocaba ovular, de tener relaciones programadas. Y cuando al cuarto mes me tocaba la regla empecé a manchar como siempre. Seguí haciendo mi vida normal, jugando al padel como una posesa (liberaba mucha tensión dando raquetazos). Y pasada una semana de estar manchando que sí que no, el sangrado empezó a retirarse. Si no hubiera estado embarazada tres veces antes (siempre he tenido sangrado de implantación), habría pensado que era una regla rara. Pero yo sabía que aquello no era una regla “como Dios manda”, así que me hice un test de embarazo. ¡Y salió positivo! Mi marido no sabía nada, él pensaba de hecho que me había venido el período, así que me lo hice yo sola. Cuánto lloré delante de aquel positivo, tenía un miedo atroz de volver a pasar por lo mismo. Cuando el papá llegó a casa y le enseñé el test se quedó a cuadros.
A los pocos días de hacerme el test (estaba de poco más de 5 semanas) empecé a manchar de nuevo. Sabía que no serviría de nada ir al ginecólogo porque aún era muy pronto, pero aun así fui porque me quedaba más tranquila si al menos me decía que veía el saquito y que estaba en su sitio. Y allá que nos fuimos. Nada más poner el ecógrafo, antes de que yo viera nada, nos dice “sí mira, aquí está, en su sitio, y además ¡vienen a pares! ¿Tenéis antecedentes de gemelos en la familia?”. “¿Perdoooooonaaaaa? ¿Has dicho gemelos?”. Por más que intento buscar las palabras para describir lo que sentí en aquel momento, no las encuentro. Y a partir de aquel día comenzó una nueva etapa. Un embarazo lleno de miedos, porque cuando has perdido la inocencia no das nada por sentado, sabes que todo se puede torcer en cualquier momento, vas superando etapas y cruzando los dedos, esperando que pasen los días y las semanas y todo siga bien. Pasé unos cuantos sustos (que quizás a otra mamá sin todo lo que yo llevaba a las espaldas ni le habrían preocupado) y por fin, con 38 semanas, mis dos niños llegaron a este mundo hace 21 meses.
No ha pasado un solo día desde que nacieron que no piense en sus hermanitos. Me gusta recordarlos y tener bien presente todo lo que pasamos. Gracias a eso estoy viviendo esta dura etapa de la crianza con mucha felicidad. Recordar a mis estrellas me da energías, me recarga la batería, ellos me dan fuerzas para tener paciencia con sus hermanos pequeños, que son dos terremotos de mucho cuidado que han puesto patas arriba nuestra vida. Aun así hay días en que la paciencia brilla por su ausencia y me desespero, me enfado con ellos, con su papá… Y entonces miro el tatuaje que llevo en el dorso de mi muñeca izquierda y me doy cuenta de lo desagradecida que estoy siendo, respiro hondo y vuelvo a la carga intentando poner mi mejor sonrisa.
Además de revivirla en mis adentros, me gusta compartir mi historia, porque cuando yo transitaba por ese camino pedregoso y despiadado que es la infertilidad, escuchar historias con final feliz me daba esperanzas.
Pero mi historia se sigue escribiendo. Nos encantaría ampliar nuestra gran familia. Sé que va a ser duro, que no disfrutaré del embarazo si es que llega, que el miedo siempre va a estar ahí. Pero no podemos dejar de intentarlo. Ya luché contra el miedo y le gané una vez, quiero creer que estoy preparada para una nueva batalla de mi particular guerra.
A todas las mamás que estáis en la búsqueda, os envío mucho ánimo. No desfallezcáis. Luchad por vuestro sueño. Vuestros hijos están en un lugar especial esperando su turno para llegar. Como dice una amiga mía “lo imposible se intenta, y lo difícil se consigue”.
Ana

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